Sobre Cem Anos de Solidão
(artigo da revista Cambio.com)
Las mariposas amarillas
'Cien años de soledad' llega por fin a las tablas en un montaje austero y bellamente logrado llamado 'La casa'.
LA HABÍA LEÍDO a los 20 años, años de enamoramiento y ensoñación. Era un ejemplar de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, que cayó en sus manos en el momento indicado y que lo puso a soñar en querer ser Pietro Crespi, uno de sus personajes. David Gurji viene de Georgia, uno de los países que conformaban la antigua Unión Soviética. "Sólo al conocer personalmente a los García, a esa inmensa familia, supe que nada de lo que había escrito era inventado. Pude ver con mis propios ojos a las Amarantas, Úrsulas, Aurelianos, Remedios y José Arcadios, todos ellos eran su propio mundo", dice fascinado en un inglés que estira las sílabas y satisfecho de haber podido cumplir su sueño de algún día llevar esa obra a las tablas.
Luego de una carrera de cuatro años en la actuación y cinco como director bajo la tutoría de Mijael Tumanishvili, y entrenado en el teatro clásico de Chejov y las técnicas psicológicas de Stanislavski, Gurji emprendió su camino hacia Londres para introducirse en el campo del teatro ritualista de Grotowski y Artaud. Allí fundó su propio teatro de experimentación, al que llegó de pronto un joven actor que le recomendaron por talentoso. Era Esteban García, sobrino de García Márquez. Solo mucho tiempo después Esteban se enteraría de la fascinación de Gurji por el nobel colombiano.
El reto fue enorme: reconstruir la historia de las mariposas amarillas, el universo ensoñado de José Arcadio Buendía alimentado por los inventos del mago Melquiades, las supersticiones de Pilar Ternera, la memoria familiar de Úrsula y la seducción permanente de Crespi.
Naturalmente, la obra arranca por el comienzo: "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo"... Esta sentencia se repite una y otra vez. El coronel (Esteban García), con su camisa teñida tenuemente de sangre, empieza a recordarlo todo y entonces aparece la regresión de la historia familiar. Los inventos, el absurdo, la poesía, la muerte, el amor, la capacidad de soñar de un José Arcadio (Blas Jaramillo) que habla lento y a todos conduce por su particular modo de ver la vida. Una tras otra surgen escenas clave de la obra, como la conversación de mujeres de Úrsula (Laura García) y Pilar (Carmenza Duque), que hablan de la masculinidad enorme de José Arcadio chiquito (José Luis García), la enfermedad del olvido, graciosamente reconstruida por los actores que llenan el espacio con el caos por el que están viviendo, el enamoramiento de Aureliano de la joven Remedios...
Todo está dado para que la fantasía se tome el escenario, porque la historia de ese famoso pueblo llamado Macondo cobre vida gracias a las interpretaciones de un grupo de buenos actores que le dan vida a esos difíciles personajes. Los pocos elementos privilegian la actuación: un telescopio, 11 mecedoras, un imán, una mariposa amarilla de crepé que revoltea, mochilas y sombreros, que, acompañados de algunos acordes y lamentos vallenatos, logran recrear ese complejo universo que creó García Márquez hace 40 años.
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